El fútbol conlleva dudas, incertidumbres y titubeos; al igual
que certezas, dogmas y convicciones. Épocas gloriosas versus etapas en blanco.
Mantener las primeras contiene un añadido de presión con respecto a las
segundas. Un reto harto complicado, del mismo modo que apasionante, para el
Tata Martino.
Tito Vilanova no podía continuar, había que encontrar
sustituto. El éxito de la “era Pep” aún suponía – y supone- vértigo, una etapa
muy complicada de igualar. El elegido fue el Tata Martino. Con plantillas muy
diversas en cuanto a prestaciones, consiguió ser exitoso. Un cambio de rumbo
hacia un entrenador que no se crió en “Can Barça”.
Los registros, hasta el momento, son incuestionables. El
conjunto blaugrana lidera la Liga BBVA en solitario y en Liga de Campeones se
encuentra con el pase prácticamente sellado a falta de dos partidos. Se
cuestiona el virtuosismo de su juego, que no se asemeja al de Pep pues con el
Tata no es obligatorio salir desde atrás jugando. Si hay que dar un balonazo en
largo, se hace. Además, el argentino ha llevado a cabo modificaciones tácticas,
como colocar a Messi de nuevo en el flanco diestro del ataque barcelonista.
El fútbol es rico en cuanto a visiones. Todos entienden,
todos entendemos. Lo que para uno es blanco, para el otro puede ser negro. Y
viceversa. Lo cierto es que de momento, al Tata, no se le puede reprochar nada.
Y no es rescatar a Maquiavelo y su “el fin justifica los medios”. El Barça
realiza una propuesta de buen fútbol, de gran fútbol, pero también de pragmatismo, saber interpretar las
jugadas. Ese es el verdadero fútbol. Y así, los resultados son admirables.
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