Hay veces en esta vida que suceden cosas que hacen que
viajemos atrás en el tiempo. Aún recuerdo esas mañanas de domingo viendo en el
salón de mi tío Juan al Betis de Amato y Gastón Casas. Aunque mi tío era
sevillista, le encantaba que pasáramos los domingos por la mañana juntos viendo el partido del plus,
que normalmente era del conjunto verdiblanco o del Sevilla FC. Mientras
tomábamos unas patatitas o con suerte alguna tapita de jamón o caña de lomo,
debatíamos de fútbol y a veces incluso nos chillábamos, pero siempre nos despedíamos
con un beso hasta el próximo domingo. Mi tío, que disfrutaba más aún que yo,
solía decirme que le encantaría tener un hijo o un sobrino entrenador. Su hijo,
aunque gran pelotero, no quiso aspirar más de lo que simplemente entendía el fútbol, como un juego. Sobrinos tenía tres. El más pequeño que soy yo,
simplemente se ha limitado a narrar las aventuras y desventuras del balompié,
el mayor nunca tuvo interés por el fútbol, pero el mediano sí que la tuvo.
Tanta que esta semana se convirtió en entrenador del histórico Écija
Balompié. Un equipo profesional que,
aunque en decadencia, dio lugar a que hombres como Paco Chaparro o José María Nogués entrenaran
al Betis o que jugadores como Nolito se dieran a conocer para ser auténticas
estrellas de la Liga. David Sánchez Marín, que así se llama el afortunado, toma
las riendas del club astigitano con tan solo 29 años, una precocidad en un
fútbol en el que prima la experiencia.
Tras recibir la noticia, me sentí orgulloso de mi primo,
pero sobre todo me emocioné por pensar lo feliz que estaría mi tío desde el
cielo viendo como uno de sus sobrinos hacía su sueño realidad.